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Subterráneo
17.09.2018 Crónica

 

 

 

I.

Septiembre, 2017

La madrugada en la ciudad de Oaxaca es fría. Un grupo de personas organizadas llena tres vehículos con maíz, frijol, amaranto, café, verduras, sábanas, lonas y colchonetas que han acopiado desde hace varios días y que serán entregados a los habitantes de la comunidad de San Mateo del Mar, Oaxaca, damnificados por el sismo que tuvo lugar el siete de septiembre.

Los vehículos salen en caravana, el recorrido será de seis horas entre valles, costas y montañas. A mitad de camino el clima pasa de ser frío a calor húmedo, el calor del sol es intenso, ninguno de los vehículos se aparta, van juntos porque se ha corrido el rumor de que fuerzas federales y militares están obstaculizando la entrega de ayuda que la sociedad civil organizada ha recabado.

Después de recorrer kilómetros de carretera, toman la autopista que los llevará a Salina Cruz, Oaxaca, de ahí tomarán las vías federales que los conducirá por una hora hasta llegar al municipio de San Mateo del Mar. Durante el tramo carretero del puerto de Salina Cruz –San Mateo del Mar, mujeres, hombres, niños, niñas, se amontonan a las orillas de la carretera para solicitar ayuda. “Una ayuda, necesitamos ayuda”, se escucha la súplica de las personas mientras nuestros vehículos pasan.

La caravana con ayuda hace una parada antes de ingresar a San Mateo del Mar. En ese lugar los ocupantes de los vehículos se entrevistan con dos lugareños quienes contextualizan a los brigadistas sobre la situación en la zona. “Existen personas que no han sido damnificadas, desafortunadamente nuestros paisanos lucran con el dolor ajeno”, comenta uno de los lugareños de una comunidad cercana a San Mateo del Mar.

Los lugareños guían a los brigadistas para llevarlos a la preparatoria comunitaria y a una escuela preescolar que han sido habilitados como cocinas comunitarias atendidos por los profesores de los planteles. Ahí varias familias han sido albergadas y se les ofrece un lugar para dormir, comida caliente, medicinas, regaderas, baños. En ambos planteles educativos se reparten colchonetas, lonas, ropas, sábanas, semillas...

Es sábado y el medio día es caluroso, el agua estancada que brotó en el suelo después del movimiento de la tierra empieza a oler a podrido. A una semana del sismo en la calle frente a la preparatoria de la comunidad se observa algunas personas caminando hacia la iglesia católica, algunos empiezan a hacer fila en los camiones estacionados de la Marina para recibir alimentos preparados y consultas médicas.  Al caminar por la calle el panorama es desolador, entre los habitantes existe angustia sobre el futuro y el tiempo que tomará la reconstrucción de las casas  de arcilla y techo de palma.

Muy cerca del prescolar ubicado en la calle de independencia, nos recibe la profesora Beatriz Gutiérrez, quién junto con el comité de padres de familia reparten colchonetas, lonas, ropa y sábanas. Se habilitó una cocina comunitaria donde reciben a todos los habitantes de esa calle y los alrededores. A ese lugar han llegado varios brigadistas de organizaciones de la sociedad civil a entregar algunos enseres básicos que fueron trasladados desde la ciudad de Oaxaca.

Sobre la calle independencia vemos muchas bardas caídas, casas cuarteadas, otras derrumbadas, una máquina de coser anuncia las pocas pertenencias que pudieron sacar los habitantes del lugar. La gente guarda y acomoda sus cosas en la calle. La calle también sirve como dormitorio por el miedo a que otro sismo pueda ocurrir. Las afectaciones en San Mateo del Mar son importantes tanto por la magnitud del sismo como por su ubicación geográfica, rodeada de un sistema lagunar así como por el inmenso mar pacífico.

Otro problema serio es que la comunidad no cuenta con una autoridad municipal en funciones debido a un conflicto electoral intercomunitario entre los que se oponen a la instalación de los ventiladores eólicos y los que sí los quieren, azuzados por los dueños de las mismas empresas para reventar las elecciones.

Esto, sumado a la lentitud de las instituciones de gobierno para responder ante esta catástrofe, hizo que los mismos habitantes se organizaran con grupos de personas solidarias del estado y de otras latitudes de México y habilitaran un albergue comunitario. Los pobladores de San Mateo del Mar, hacen sus propios censos de casas destruidas, se organizan para preparar los alimentos que son ofrecidos a quién se acerque a los albergues.

“En uno de los comedores comunitarios se hospedan 16 familias, todos los días más de 40 niños rondan el espacio jugando con un balón casi ponchado, otros juegan a las canicas, los adultos cocinan, limpian y en general se organizan para facilitar el trabajo del día”, me relata Claudia Gutiérrez, encargada de organizar al grupo de mujeres que realizan las tareas de preparar los alimentos.

A quinientos metros de distancia se encuentra otra escuela habilitada temporalmente como comedor en donde las cosas son muy distintas. Según los datos proporcionados por la encargada, “diariamente asisten a comer entre trecientas y cuatrocientas personas, el apoyo oficial recibido para ese albergue es mínima por lo cual la planta docente y el comité de padres de familia, 10 o 12 personas en total, están haciendo de manera diaria un esfuerzo especial para alimentar a sus paisanos”.

Al recorrer casa por casa me ha tocado observar a un nutrido grupo de personas solidarias de las montañas de la Sierra Sur de Oaxaca, quienes brindan apoyo físico para recoger y levantar los escombros de las chozas afectadas. La gran mayoría de las casas se encuentran cuarteadas desde el piso, la magnitud del sismo provocó que se abrieran socavones de medio metro de profundidad, de donde según los habitantes del lugar, el agua salió a presión y provocó la inundación de casas y el colapso de otras.

“Esa noche me encontraba aún despierto viendo la televisión con mi hermano. Mi mamá ya estaba en su cuarto dormida cuando escuchamos un sonido parecido al ruido que generan los truenos. Después empezó a temblar tan fuertemente, que no podíamos sostenernos de pie, mi mamá salió despavorida de su cuarto, como pudimos logramos salir al patio  donde vimos como de nuestro pozo noria empezó a brotar agua hirviendo y muy negra”, me relata Carlos Rangel, un joven que se ha unido a las tareas de limpieza en las calles de su comunidad.

Mientras Zato, una niña de nueve años cubre la portería en un juego de futbol con sus amigas, me cuenta cómo vivió el sismo del siete de septiembre del 2017: "Mi familia y yo vivimos muy cerca de esa laguna [señala con la mano izquierda mientras suspira profundamente con la mirada en el Océano Pacífico], el piso se abrió por toda la sala de la casa, empezó a brotar agua a chorros que parecía que estaba hirviendo, nos llegó hasta la rodilla. Luego el suelo hundió la base de la casa y vimos cómo se vino abajo, las paredes parecían plastilina."

Después de una jornada de escuchar historias, ayudar para trasladar víveres, medicinas, comida, petates, semillas, cae la noche. Los mosquitos no dejan se seguirme, el calor no cede, y decido caminar rumbo al comedor comunitario ubicado en el preescolar donde me encontré con una amiga que me ayudó a dar forma aeste trabajo y a quien siempre agradeceré su enorme hospitalidad y corazón para alojarnos en su casa.

Los servicvcios de luz y de teléfono son muy deficientes en estos días, los cables de alta tensión son mecidos de un lado para otro por el viento, a cada rato se escuchan los cortos eléctricos, grandes chispas se disparan y se interrumpe la luz. Los vientos del sur pelean con los vientos del norte, que anuncian que quizás llueva en la madrugada. Los rayos alumbran las calles oscuras, y muy cerca se escuchan las olas del Océano Pacifico romperse al llegar a la orilla de la tierra.

Durante el día se han sentido tres réplicas del sismo, es la una de la mañana y en el sistema lagunar de la comunidad flotan grandes luces de candiles que parecen ser luciérnagas sobrevolando el agua, pero en realidadson las trampas para recolectar camarones que utilizan en este pueblo pesquero. Caen unas gotas de lluvia, las tormentas eléctricas continúan con fuerza, sentimos una ligera sacudida.

San Mateo del Mar es una comunidad indígena Huave ubicada frente las costas del Océano Pacifico. La actividad económica de los habitantes es la pesca, algunas familias se dedican a elaborar hermosos trajes de colores de la comunidad.

 

II.

Septiembre, 2018

Después de un año el estado de las cosas en las comunidades mareñas siguen igual sino es que peor. Los tres niveles de gobierno han abandonado a las comunidades afectadas tras el sismo, la ayuda que supuestamente recibirían a través del Fondo de Desastres Naturales, Fonden, fue cancelado, dicen, por la veda electoral de este año a pesar que dentro de la comunidad la gran mayoría de los afectados no recibieron ningún apoyo.

“El gobierno del estado abandonó los diagnósticos que realizó en la comunidad el año pasado a raíz del sismo del siete de septiembre. Existen muchas carencias, existen personas que aún no reciben los apoyos de reconstrucción. Los tres órdenes de gobierno han trabajado de forma descoordinada”, me comenta Juan Carlos Bustamante, profesor de educación y habitante de la comunidad.

Aunque existen dentro de la comunidad fundaciones regionales y estatales que han gestionado recursos con la iniciativa privada, las construcciones con las que se ha apoyado a algunas personas están lejos de ser idóneas.

Otro de los problemas que aún sigue latente es la falta de condiciones dignas para recibir clases en las escuelas de los niveles preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, las aulas de las escuelas afectadas también están en completo abandono por parte de las autoridades del Instituto Estatal Educación Pública de Oaxaca así como de la Coordinación General del Comité Estatal para la Planeación para el Desarrollo de Oaxaca.

Ante la falta de  resultados y seriedad de las autoridades competentes, los padres de familia se han organizado para construir enramadas, como se conocen en esta comunidad y en el Istmo Oaxaqueñoa las chozas a base de carrizo y palmas de coco que sirven para cubrirse del sol pero no de las inclemencias de la lluvia.

“Después del sismo hemos tenido normalmente clases pero en condiciones indignas porque nuestras niñas y niños toman clases en pequeñas enramadas que han construido los propios padres de familia a través del tequio o trabajo colectivo. Pero a veces, por ejemplo, hace dos días cayó un aguacero y no tuvimos condiciones para dar nuestras clases porque el agua se filtró", Nos narra el maestro Juan Carlos, mientras trata de controlar un estornudo colocando el dedo índice debajo de sus cavidades nasales.

Los padres de familia y los maestros en San Mateo del Mar, viven angustiados porque no saben cuándo reconstruirán las escuelas, tan es así que hace dos meses aproximadamente hubo una reunión con profesores, autoridades estatales y “municipales” en la en la agencia de Huazatlán, “pensamos retener a los funcionarios menores que nos enviaron las autoridades estatales como una forma de presión para que las verdaderas vacas gordas nos atendieran. Al final no lo hicimos porque se haría un problema aún mayor”, nos confiesa el profesor Carlos Bustamante.

“Aún tenemos un problema intercomunitario electoral por la división que han realizado los partidos políticos en la comunidad, esto ha sido un factor más en la descoordinación de la entrega de los apoyos a damnificados después del sismo del siete de septiembre. Las autoridades estatales se lavan las manos y las autoridades municipales, no reconocidos por un sector de la comunidad, hacen lo mismo”, afirma preocupado el padre de familia Roque Fiallo, originario de San Mateo del Mar.

Por otra parte, aún se puede observar sobre las carreteras montones de basura que ha generado la ayuda de exterior a través de productos no perecederos . “No hubo el buen manejo de la basura que las personas solidarias de distintas partes nos enviaron y aún sobre la carretera principal se puede observar la cantidad de basura que se ha generado”. Nos comenta el señor Roque.

“Algunos productos no se consumieron porque culturalmente no los comemos, otros se caducaron y es por eso se tiraron, muchas tienditas de la comunidad se vinieron a la quiebra porque no había qué comprar en ellas, otras personas más vivas guardaron sus productos que ofrecen en tiendas que abrieron o en tiendas que no cayeron en quiebra”, nos cuenta Ana García, una vecina de la comunidad y afectada de aquel sismo del siete de septiembre de 2017.

Los testimonios a un año de aquel sismo en San Mateo del Mar, coinciden en que hubo muchas afectaciones psicológicas en niñxs y adultos, más allá de lo material. Sumando la lentitud por parte de las autoridades responsables de la reconstrucción, hace que los habitantes de la comunidad vivan angustiados a la vez que ha provocado que ellos mismos se organicen y tengan la posibilidad de reflexionar para decidir qué sigue.

“Todos tenemos que formar conciencia para seguir fortaleciendo el trabajo comunitario, el tequio. Así como se vio la unidad el siete de septiembre del 2017. Actualmente los operadores de los partidos políticos se encuentran trabajando para las nuevas elecciones que se avecinan, pero por experiencia hemos visto que los partidos políticos así como las sectas religiosas nos están dividiendo. El día que todos y todas en nuestra comunidad tomemos nuestras propias decisiones en conjunto, será cuándo controlaremos nuestro futuro, seremos autónomos, viviremos en la comunalidad”, dice el profesor de la comunidad de San Mateo del Mar, Juan Carlos Bustamante.

Afuera, en septiembre, los vientos se encuentran.

 

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